Los cimientos del personaje

 

















No es nada sencillo asistir al hastío del personaje que te construís.

En algún lugar del mapa lo hacés: en espacios sociales -masivos o íntimos-, en tu profesión, en la familia, en la fila de la despensa, quizá hasta en el mano a mano infalible con unx que se da una vez en la ducha, o sentadx en el inodoro.

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Y un buen día notás la fisura, esa por donde se cuela luz, pero también se avisora caos del profundo: lo irremediable de romperse para hacer lugar adentro.

Dar cabida a tu versión más real e ilimitada. Y con el año arrojando actualizaciones de sistema por doquier encima...

¿Cuál es la pieza maestra? Entender que los capítulos de muerte del personaje que nos opera, no son lineales ni al toque, y no están afuera, para nada.

¿Es necesario comprenderla ya a esa ficha, acaso?

No, porque el personaje entrenó toda su existencia y te la va guanteando, con buen juego de piernas también, y te aparece en cada lugar que te la va de camaleónico encima...

Y unx se va fortaleciendo, aprendiendo cómo integrar esos fragmentos, eligiendo, como arrojadx en un mercadito persa, tal tuerquita, aquel cosito, y negociando(se).

Le vamos poniendo corazón, cabeza y cuerpo a la criatura renacida, y es un quilombo hermoso.

Ante el último tirón del último cable conectado al personaje -todo anudado encima, por supuesto-, otra manifestación mayor ocurre de inmediato. 

El reflejo cambia. Cambian así la postura, las palabras empleadas, la (no) reactividad, los sentires, las redes (si, crear redes sanas y fuertes acá es lo más lindo que te puede pasar).

Aprendí a elegir desde la abundancia siempre, atendiendo dónde un programa carente pueda dinamitar el hechizo, que no es más que la creación de la propia realidad, estés dónde estés.

Y lo puedo escribir.

Lo puedo releer, charlar y compartir.

Y ser más allá del personaje que te lleva al galope.

Que cada dolor, cada dinámica de desvalorización, cada dificultad que me alcanzó, forjó lo valioso que hay en un presente como éste que me armo amorosamente hoy.

Jugando, siempre.

Cuando lo entendí, cuando abracé jugar y descansar también, ahí cayó el fichón definitivo.


Gracias por leer el arrebato éste che.


Rodrigo.

20-12-20


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